Jesús antes de morir, hizo una oración pidiendo al Padre la unidad: “Padre, que todos sean uno”. Nosotros también debemos hacer esta súplica todos los días.
Vivimos y trabajamos por la unidad, pero al mismo tiempo, debemos pedirla como un don, que sólo Dios puede concedernos.
Hay unidad donde hay amor recíproco, cuando nos amamos hasta el punto de atraer la presencia de Dios entre nosotros.
Dos o más elementos que se fusionan ya no son más muchos, sino solo uno.
Es por esto que cuando estamos en unidad y pedimos algo al Padre, no puede negarnos, porque es Él mismo, entre nosotros, que nos inspira a pedírselo.
Pidamos una sola cosa, el don de la unidad, y todo lo demás se nos dará en abundancia.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Solo cuando los hijos van creciendo caen en la cuenta de las preocupaciones de los padres. Así nosotros. Si un mundo dividido por el egoísmo de las personas y los pueblos, hiere profundamente el Corazón de Dios, ¿rezaremos unidos? (P.M.)