Empezando por la mía propia, defendiendo el corazón de una excesiva susceptibilidad ante los roces inevitables de la convivencia. Decía santa Teresa: "hacemos casas de pajitas, como los niños, con estos puntos de honra". (Padre Manolo Morales o.s.a.)
Mirando los múltiples conflictos que atormentan a gran parte de la humanidad en todo el planeta, tengo la impresión de que es muy poco lo que puedo hacer para proteger la paz.
Cuando pienso en esto, me vienen a la mente algunas posibilidades: la primera de ellas es que pueda rezar por la paz incesantemente, unido a tantas otras personas que hacen lo mismo en el mundo; la segunda es participar en acciones concretas, en manifestaciones, sumándose a grupos que ya lo están haciendo; la tercera es proteger la paz dentro de mi corazón. Ésta es la base de todo.
Si tengo paz en mí, en mi corazón, puedo irradiarla a mi alrededor. Puede parecer un aporte mínimo, pero en realidad es la premisa de toda transformación para la paz.
“Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.” (Mt. 5,9)
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento