Cuando amamos, con gusto hacemos muchas renuncias por la persona que amamos. Sacrificamos nuestros deseos para satisfacer los suyos. Esto requiere humildad y prontitud.
Lo mismo ocurre cuando queremos amar a Dios. Las renuncias pequeñas o grandes son buenas si las hacemos para progresar espiritualmente.
Hay un sacrificio que nos acerca mucho a Dios, que es la práctica de la misericordia.
Perdonar requiere un enorme sacrificio, humildad y prontitud, porque tenemos que renunciar a nuestras razones.
Pedir perdón es también una forma de amar y requiere el mismo sacrificio.
Las dos acciones juntas, la humildad y la prontitud, hacen que el amor recíproco se vuelva inquebrantable.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
No solo porque lo pide el corazón, sino porque "nos apremia" la llamada de Dios. Sin perder tiempo, sin calibrar resultados, sin análisis y consideraciones. Le seguimos a Él, el Único capaz de mejorar el mundo. Somos solo sus instrumentos. (P.M.)