Acoger es celebrar la presencia del otro. La persona debe sentirse acogida con alegría, debe sentir que su presencia es importante, que era esperada, debe sentirse amada.
Una alegría sincera que brota de un corazón que sabe acoger a cada uno de modo exclusivo.
Una alegría verdadera y exclusiva para cada prójimo.
Una alegría solemne a la medida de cada persona: para el niño que quiere atención, para el adulto que desea ser escuchado, para el anciano que quiere ser aceptado y respetado.
La alegría donada no se agota y la alegría recibida se multiplica, porque la alegría acoge y es acogida.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Cuando las calamidades del mundo estremecen los corazones y se advierte el sentido profundo de la solidaridad humana, es que el prójimo ha hecho "hervir nuestra sangre" de Familia, y Dios -Doliente en sus hijos- se ha hecho más presente. (P.M.)