Cuando hacemos la voluntad de alguien que amamos mucho, lo hacemos con dedicación. Hacemos todo posible para hacer feliz a esa persona. No nos cansamos de hacer su voluntad.
Con Dios, si lo amamos, debe ser aún más emocionante, debe haber mucha más dedicación de nuestra parte para hacer su voluntad.
Debemos eliminar la idea de que la voluntad de Dios nos priva de la libertad o que nos priva de aquello que nos gusta. Es totalmente lo contrario: la voluntad de Dios nos libera del egoísmo, rompe las ataduras del pecado, del vicio y del odio.
La voluntad de Dios, que es siempre amor, corta todos los lazos que nos atan a la prisión del “yo”, y nos hace levantar el vuelo de la verdadera libertad con las alas del “nosotros” en dirección a Dios.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Con la misma intrepidez con que el niño se arroja en brazos de su padre. Que nuestros deberes rutinarios del día -voluntad de Dios- sean el modo concreto de corresponder a Su Amor. Pero ¡no vividos con tibieza!, que "amor con amor se paga". (P.M.)