“Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: «Trasládate de aquí a allá», y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes” (Mt. 17,20)
Parece algo absurdo, pero nuestra fe mueve muchas montañas. La montaña del egoísmo, de la soberbia y tantas otras.
Una fe alimentada por un amor sin límites supera la barrera de lo imposible, pero debe empezar superando la barrera del miedo y la inseguridad, de la comodidad y de la apatía, alimentando la esperanza con la seguridad de que nunca estamos solos.
Estamos en la compañía de quien nos repite todo el tiempo “Tengan valor: yo he vencido al mundo” (Jn. 16,33)
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento