No es por nada que Jesús pide que no juzguemos las actitudes de los demás.
Creo que hay al menos tres buenos motivos para eso.
Primero, porque es imposible que alguien sepa la verdadera intención de la otra persona. Por lo tanto, la apariencia puede engañar.
Segundo, porque todos somos vulnerables y algún día podríamos estar en la misma situación, y cometer los mismos errores.
Tercero, porque cuando juzgamos, expresamos una condena. Y la otra persona puede ser un inocente que no tuvo derecho a la defensa delante de nosotros.
Un gran mal que surge del juicio es la murmuración, porque quien nos escucha puede difundir la información, generando difamación.
No debemos encubrir los errores, ni convivir con el mal, pero para ayudar a alguien a cambiar de actitud, debemos ser misericordiosos.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Nos quedamos a oscuras cuando nos miramos sin amor, y alejamos de nuestra convivencia al Dios que nos ha creado, el Único que nos conoce y juzga con justicia. ¿Que los demás tienen defectos? ¡Vaya descubrimiento! ¿Y yo? (P.M.)