Nada somos por nosotros mismos, pero en Dios somos todo y todo podemos en su amor.
Reconocer la acción de Dios en nuestra vida nos hace ser humildes testimonios de su fuerza y de su sabiduría, y nos hace vivir solo de sus infinitas gracias.
No tomamos para nosotros la autoría del bien, pero nos reconocemos como sus instrumentos. Tampoco somos el origen del amor, pero actuamos bajo su impulso.
Ser humilde no es negarse a sí mismo y subyugarse a los demás. Ser humilde es saber que somos iguales delante de Dios y que todos somos sus criaturas en derecho y dignidad.
Ser humilde es saber que el amor lo es todo y nosotros somos nada. Pero la nada llena de amor es luz para el mundo.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
¡Qué mal van las cosas cuando la soberbia reina en los corazones! Resulta imposible la relación con Dios, y es un martirio la vida en común. Un hijo de Dios aprende la humildad cuando se convierte en servidor de todos. Y "servir es reinar". (P.M.)