La palabra de Dios está toda impregnada de su amor infinito por cada uno de nosotros. Cuando la vivimos damos testimonio de su amor en nuestro entorno.
Los frutos de la vida de la Palabra son: alegría, paz, ardor, caridad constante, fe iluminada e inquebrantable, coraje y perseverancia. Y cuando la vivimos nos convertimos en sembradores de la Palabra. Todo esto testimonia el amor de Dios.
Dar testimonio primero con la vida, para que después nuestras palabras sean creíbles.
Motivados por el inmenso deseo de amar a Dios, pongamos amor en todo lo que hacemos, en cada palabra que decimos, en cada pensamiento, en cada oración.
Por medio de nosotros, el amor de Dios llega a los confines de la tierra, a cada persona, a cada criatura y a toda la creación.
Mirándonos desde el cielo y viendo su amor difundirse a nuestro alrededor, Dios verá que todo está muy bien, enviará su Espíritu y renovará la faz de la tierra.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Cuando el mundo ignora, a veces con soberbia, lo que Dios le dice, se necesitan personas y grupos que se lo "traduzcan" con una vida ejemplar que resplandezca de frutos. Al que desconoce la higuera, basta ofrecerle los higos. (P.M.)