Cuando Jesús dijo que debemos perdonar a nuestro hermano setenta veces siete, quiso decir que no debemos cansarnos de perdonar. Porque el perdón nos recompone como familia, como comunidad de verdaderos hermanos y hermanas.
Dios no se cansa de perdonarnos y cuando le pedimos perdón, prometemos también perdonar: “Perdona nuestras ofensas así como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
Si el perdón recibido nos da un nuevo aliento, el perdón concedido nos regenera desde dentro y nos hace más semejantes a Dios.
El perdón es una expresión sublime del amor y el amor es la única cosa que cuanto más damos más tenemos. Cuanto más damos nuestro amor a las personas más recibimos de Dios. Lo mismo ocurre con el perdón.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Para eso, cuidar el corazón. Para que los nerviosismos, las susceptibilidades, las diferencias de carácter... no apaguen en él la misericordia. Sin perdón no hay familia, la convivencia se envenena, y Dios -que es Amor- se ausenta. (P.M.)