Todos somos iguales y todos tenemos virtudes y defectos. Por eso, antes de condenar a alguien, es mejor pensar, reflexionar y ser comprensible.
Un amigo muy sabio solía decir que en una discordia entre dos personas existen dos razones: la de uno y la del otro.
Podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Por qué juzgar y condenar al otro, solo por el hecho de que su defecto es diferente al mío?
Ganamos mucho más siendo comprensibles que perdiendo la paz porque el otro no es como nos gustaría a nosotros que fuese.
No condenar a nadie es sobre todo amar al otro como es, poniéndonos en su lugar y viendo las cosas desde su punto de vista.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
A gritos y con lágrimas", desde el cielo se nos pide: ¿Pero queréis dejar de criticaros y juzgaros? Él, Único Juez justo, que, por cierto, "no se avergüenza de llamarnos hermanos", interpela: "El que esté sin pecado, que tire la primera piedra". (P.M.)