En el capítulo 5 del Evangelio de Mateo, Jesús dice que no vino para abolir la ley, sino para darle pleno cumplimiento.
De hecho, quien ama a su prójimo como a sí mismo, no solo cumple un precepto religioso, sino que también cumple con todas las leyes.
En esa medida, el amor engloba toda nuestra vida como persona religiosa, pero también nuestro papel como ciudadano.
Es una medida irrestricta, que no hace distinciones. El prójimo es cada persona que conozco.
La cita anterior es el segundo mandamiento de la síntesis de la ley de Dios, pero Jesús también nos dejó un mandamiento en particular, que Él llamó “mío” y “nuevo”: el mandamiento del amor mutuo, en la medida con la cual Él nos amó.
Su medida fue más allá de amar como a sí mismo. Llegó a la cúspide del amor, llegó al extremo: dar la vida por sus amigos. Nadie tiene amor más grande que este, como Él mismo dijo.
Podemos vivir el amor al prójimo, amándolo como a nosotros mismos, pero en la dimensión de quien está dispuesto a dar la vida por él.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Al prójimo fácil y también al difícil. Esta sí es ley de progreso para todos los tiempos. Que este corazón mío que un día dejará de latir, no atienda otras voces y obedezca solo esta Ley. Es mi hora. Para redimir y liberar este mundo de la tristeza. (P.M.)