Incluso si no tenemos nada material, tenemos mucho para ofrecer. Basta pensar en nuestros talentos y aptitudes, en la capacidad de dar una palabra de alivio, en una presencia amiga en momentos importantes de la vida del otro.
O, en pequeños gestos como: ayudar a poner la mesa, responder un mensaje, hacer ese trabajo siempre igual, conducir el auto, preparar la comida, estudiar con un compañero que tiene dificultad en la materia, recoger la basura, compartir una alegría, ofrecer una sonrisa, escuchar, ofrecer oraciones. En definitiva, cada gesto que hacemos como un servicio es un don para el otro, porque nos donamos nosotros mismos. Dar nuestro tiempo expresa nuestra disposición de dar nuestra vida por el otro.
La economía que nace del amor va más allá de la comprensión humana. Todos sin excepción, siempre tenemos algo para dar. Y podemos darlo con alegría
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
¡Sea ese mi primer don, la alegría! Para mostrar que doy con gusto. Así no se sentirá humillado quien recibe. Una alegría, eso sí, que tendré que beber en el "Corazón rebosante" de Dios. Gratis la recibiré y gratis la daré. (P.M.)