El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. (Cf. 1Cor. 13,7)
Este es el amor de una madre. Y mucho más.
Debemos tener un amor incondicional: debemos amar a todos.
Un amor que siempre está dispuesto a entregarse sin medidas. Dar la propia vida es la máxima medida del amor. No solo morir por el otro si fuera necesario, sino dar la vida vivida; es decir, dar el tiempo, los talentos, vivir el otro siendo amor.
Tener un corazón de madre es amar a todos sin distinción, pero también es dedicarse más intensamente a quien está en necesidad en el momento presente: los pobres, los enfermos, los desesperados, los que se sienten solos, los débiles.
Un corazón de madre ama hasta el fin, ama incluso al hijo ingrato o errante, transformando la desesperación en esperanza, la tristeza en alegría, la muerte en vida.
Tener un corazón de madre es tener un amor semejante al amor de Dios por cada uno de nosotros.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Es el que más se parece al Corazón de Dios: ama sacrificándose, ayudando, esperando siempre y perdonando, excusando, creyendo... ¿Hay algo más urgente en este mundo que un amor así? Que nos lo contagie la Madre del cielo. (P.M.)