Para consolar a los necesitados podemos ante todo, desarrollar nuestra sensibilidad para entender qué tipo de consuelo necesita la otra persona: una ayuda material, una presencia amiga, un consejo o asistencia espiritual.
Lo más importante es que se sienta acogida y comprendida en su necesidad.
Consolarla no significa solucionarle el problema, sino apoyarla para que lo afronte con valentía y sabiendo que no está sola.
Tampoco es decir palabras de consuelo bonitas y agradables, es “hacerse uno” con el otro, compartiendo su vida.
Consolar a los necesitados es verlos con una mirada de compasión. Una mirada que siempre pasa por la lente del amor.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
En un mundo en gestación que gime cada día con "dolores de parto" (el dolor, la desgracia, la impotencia...), la fe enseña que Dios vive con nosotros; que donde no llegamos nosotros, llega Él. Confiar en Él hará que Él confíe en nosotros. (P.M.)