El amor de Dios llega a las personas también a través de nosotros. Cuando amamos al prójimo con el deseo sincero de amar a Dios, esta persona queda tocada por el amor que viene directamente de Dios.
Por lo tanto, esta es la lógica de nuestra misión como difusores del amor de Dios para toda la humanidad.
Esto debe ser testimoniado con hechos: cosas pequeñas del día a día, ocasiones especiales de necesidad extrema, momentos de angustia o celebraciones de alegría. Todo, en cualquier tiempo o lugar, puede ser una buena oportunidad para amar al prójimo, y así, dar el testimonio del amor de Dios Padre por cada persona.
Cuando amamos, somos la presencia de Dios en el mundo, así como cada persona es la presencia de Dios para nosotros, porque Jesús dijo que todo lo que le hacemos al más pequeño de nuestros hermanos, es que se lo hacemos a Él mismo. (Cf. Mt. 25,40)
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento