“El que se fía de sí mismo es un insensato” (Pr. 28,26)
El corazón y los sentimientos son engañosos. Por eso no podemos confiar sólo en nosotros mismos.
Cuando ponemos nuestra confianza en Dios, somos como árboles plantados en la rivera de un río, que tiene las hojas siempre verdes y dan sus frutos a su debido tiempo. (Cf. Jr. 17,8)
Hay muchas formas de buscar la ayuda de Dios: meditando su Palabra, estudiando las enseñanzas de la iglesia, confrontando nuestras ideas con los hermanos y hermanas, pidiendo esa ayuda en la oración, analizando las circunstancias que pueden servir como una señal de alerta.
La humildad es una buena consejera para quien busca Sabiduría. Dios revela sus maravillas y manifiesta su bondad, a los mansos y humildes de corazón.
Por lo tanto, sometemos nuestras capacidades a Dios, para ser ratificadas e iluminadas por su sabiduría.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Es lo saludable, lo inteligente ¿No se funda la felicidad del niño en la confianza de sus padres? ¿Bebe con disgusto el río de la fuente? ¿Desprecian nuestros ojos la luz, a no ser que estén enfermos? Dios es nuestra salud y nosotros su gozo. (P.M.)