La gratuidad tiene un valor incalculable, porque es el amor en nuestro corazón que nos impulsa a actuar así.
Por eso, de lo que tenemos, podemos dar no solo lo que nos sobra, sino según la necesidad de quien está a nuestro lado; o incluso podemos disponer de todo lo que tenemos para el bien de todos.
También podemos disponer de todo lo que somos: profesión, talentos y dones espirituales.
Nosotros recibimos gratuitamente de Dios: su luz, su fuerza, su misericordia y su propio ser. Y gratuitamente debemos dar a quien está a nuestro lado en el momento presente.
“Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.” (Mt. 10,8)
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Dios es nuestro "Dador". Si le busco cada mañana, como quien sale a ganar el pan de los hijos, daré a los demás lo que de Dios recibo. Y este "amor generoso" constituye mi felicidad. La vida es insípida cuando el corazón no "trabaja" así. (P.M.)