Hay madres que aman a Dios más que a sus hijos; sin embargo, aman a sus hijos más que a ellas mismas.
Este debería ser nuestro propósito de vida: No sólo amar a todos como a nosotros mismos, sino amar a cada uno más que a nosotros mismos, como una madre.
Al hacerlo de esta forma, generaremos muchas vidas para Dios. Seremos padres y madres de almas que buscan a Dios, porque lo conocerán a través de nuestro amor.
Un amor que no privilegia a unos pocos, sino que se distingue por no hacer excepción de personas.
Un amor que va más allá de lo absurdo y es capaz de dar la propia vida.
Tener un corazón de madre, para vivir el amor recíproco en la medida del amor que Dios tiene por cada uno de nosotros.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
La bondad y la ternura no son virtudes de débiles, sino sacrificio, fortaleza de ánimo, atención, apertura... ¡Que el corazón no se nos vuelva árido! Empezando por nuestra propia casa. Y siempre, lo primero, los más frágiles... (P.M.)