El acoger la Palabra de Dios significa no solo escuchar, entender y memorizar. Significa vivir. Confrontarla con todos los aspectos de mi vida: mi trabajo, todas mis relaciones, mi vida civil y religiosa.
Mi vida puede impregnarse de la Palabra de Dios.
Cuando leo la Palabra, mi reflexión es cómo puedo ponerla en práctica de inmediato. Este es el verdadero sentido de evangelización: revertirse de la Palabra, convertirla en vida.
Lo más interesante es que constato sus efectos apenas la vivo: alegría indecible, paz, ganas de servir, unión con Dios, con los hermanos y hermanas, realización plena.
Acojo la Palabra y me siento acogido por Dios.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Somos desdichados si no lo hacemos. Nadie vive tan cerca de nosotros; nadie nos conoce mejor; nadie "es más" que Él; nadie se rebaja tanto para hablarnos. Basta un poco de fe, y podremos "verle" y "oírle" constantemente. (P.M.)