Cuando empezamos a amar con un amor puro, sin intereses, entramos en una comunión intensa y cercana con todas las personas que viven esta dimensión de amor, y sobre todo, entramos en comunión con Dios.
El amor es la única virtud que permanece hasta la eternidad, cuando entramos en una comunión eterna de amor con Dios y con todos.
Esta comunión no se explica con palabras y no se entiende con la razón. Es necesario entrar en ella a través de la práctica del amor. No hay otra forma, ya que ella trasciende todo conocimiento humano.
Sin embargo, deja en nuestro corazón una certeza: vale la pena amar. Vale la pena entrar en comunión de amor con Dios a través del amor al prójimo.
Igino Giordano, cofundador de los Focolares, decía que con el trinomio “Yo - el hermano – Dios” se explica la espiritualidad de la unidad, que se refleja en la relación trinitaria entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
¡Ese Amor es la fuente de la vida! No hay otra agua que sacie tan profundamente mi sed y me haga más valeroso: que Dios, el Creador, me haya pensado desde siempre y me llame hijo y pueda yo llamarle Padre y "sentarme a su mesa"... (P.M.)