Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. (Mateo 5:5)
Para saber vivir esta palabra de vida bastaría mirar como vivió Jesús.
Él dijo: aprendan de mi que soy manso y humilde de corazón. En su enseñanza, la mansedumbre es vista como una cualidad del Amor. El verdadero amor, que el Espíritu Santo derrama sobre nuestros corazones, es en realidad alegría, paz, paciencia, bondad, generosidad, fidelidad, gentileza y autocontrol. Chiara Lubich
Afrontar situaciones incómodas, desagradables, con irritación y modales duros es añadir mal al mal. La mansedumbre es dominio de nosotros mismos que suaviza y sosiega, contagia y construye el bien. (Padre Manolo Morales o.s.a.)
Quien quiera tener la última palabra, la que prevalecerá sobre todas las demás, debe hablar el lenguaje del amor.
Aparentemente contrasta con la mentalidad humana, pero en realidad no es así.
Veamos las Bienaventuranzas desde la perspectiva del amor:
Bienaventurado el que se hace pobre por amor, porque suyo es el Reino de los Cielos; Feliz quien llora por amor, porque el amor mismo lo consuela; Bienaventurado el que es manso y humilde por amor, porque él heredará la tierra. Y podríamos dar la misma interpretación a todas las demás. (Cf. Mt 5,3-12)
Cuando nuestra última palabra es amor, nuestras acciones muestran mansedumbre y, por ellas, somos reconocidos.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
