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PALABRA DE VIDA NOVIEMBRE DE 2024. «Esta viuda, en cambio, ha echado todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir» (Mc 12, 44).

Estamos en la conclusión del capítulo 12 del Evangelio de Marcos. Jesús está en el templo de Jerusalén; observa y enseña. A través de su mir...

viernes, 1 de marzo de 2024

PALABRA DE VIDA MARZO DE 2024. «Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme» (Sal 51, 12).

En este tiempo cuaresmal se nos propone esta invocación ardiente y humilde del salmo 51. El autor explora los escondrijos del alma humana para captar sus fibras más profundas: nuestra profunda ineptitud frente a Dios y a la vez el insaciable anhelo de plena comunión con Aquel de quien procede toda gracia y misericordia.

El salmo se inspira en un episodio de la vida de David. Este, llamado por Dios a guiar al pueblo de Israel por los caminos de la obediencia a la Alianza, transgrede su misión: después de cometer adulterio con Betsabé, manda matar a su marido, Urías, oficial de su ejército. El profeta Natán le desvela su grave culpa y lo ayuda a reconocerla. Es el momento de confesar su pecado y reconciliarse con Dios.

«Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme»

El salmista pone en boca del rey invocaciones que brotan de su arrepentimiento profundo y de su confianza en el perdón de Dios: «borra», «lávame», «purifícame». En este versículo, el verbo «crea» indica que solo Dios puede hacernos criaturas nuevas de «corazón puro», llenarnos de su espíritu vivificante, darnos la verdadera alegría y transformar radicalmente nuestra relación con Dios (el «espíritu firme»), con los demás seres vivos, la naturaleza y el cosmos.

«Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme»

¿Cómo poner en práctica esta palabra de vida? Primero, reconociéndonos pecadores y necesitados del perdón de Dios, con una actitud de ilimitada confianza en Él.

Puede que nuestros errores recurrentes nos desalienten, nos encierren en nosotros mismos. Entonces es necesario dejar entreabierta la puerta de nuestro corazón. Escribía Chiara Lubich a una persona que se sentía incapaz de superar sus miserias: «Hace falta quitarse del alma cualquier otro pensamiento. Y creer que Jesús se ve atraído a nosotros solo por la exposición humilde, confiada y amorosa de nuestros pecados. Nosotros, por nosotros mismos, no tenemos ni hacemos otra cosa que miserias. Él, por sí mismo y con respecto a nosotros, no tiene más que una cualidad: la Misericordia. Nuestra alma solo se puede unir a Él ofreciéndole […] como único regalo ¡no nuestras virtudes sino nuestros pecados! […] Si Jesús vino a la tierra, si se hizo hombre, si algo ansía […] es solo ¡hacer de Salvador, hacer de Médico![1]».

«Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme»

Una vez liberados y perdonados, y con la ayuda de los hermanos - porque la fuerza del cristiano viene de la comunidad-, pongámonos a amar al prójimo. «Lo que se nos pide es ese amor mutuo a base de servicio, comprensión y participación en los dolores, las ansias y alegrías de nuestros hermanos; ese amor que todo lo cubre, que todo lo perdona, propio del cristiano»[2].

el papa Francisco dice: «El perdón de Dios [...] es el signo más grande de su misericordia. Un don que cada pecador perdonado está llamado a compartir con cada hermano o hermana con quien se encuentra. Todos aquellos que el Señor nos ha puesto al lado -familiares, amigos, compañeros... -, todos, como nosotros, necesitan la misericordia de Dios. Es bonito recibir el perdón, pero también tú, si quieres ser perdonado, debes a tu vez perdonar. ¡Perdona! [...] para ser testigos de su perdón, que purifica el corazón y transforma la vida»[3].

Augusto Parody y el equipo de la Palabra de vida



[1] 1 C. LUBICH, El primer amor. Cartas de los inicios (1943-1949), Ciudad Nueva, Madrid 2011, pp. 122-123

[2] 2 C. LUBICH, Palabra de vida, mayo de 2002: Ciudad Nueva 387 (5/2002). p. 24.

[3] 3 FRANCISCO, Audiencia general, 30-3-2016: La ternura de un Padre. Catequesis en el Año Santo de la Misericordia, Ciudad Nueva, Madrid 2016, p. 101. 

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