Nuestro deber de cultivar y proteger nuestra casa común, que es nuestro planeta tierra, no es una invención de los ecologistas. Es una tarea que Dios nos ha encomendado.
Él creo el Edén y puso al hombre allí, pidiéndole que cultive y cuide lo que sería su hogar y el hogar de todos los seres vivos.
Nosotros somos, por así decir, la continuación de la creación de Dios.
Podemos asumir este papel de cultivadores y guardias de nuestra casa común en la vida diaria, con una actitud ecológicamente correcta.
Desde nuestro comportamiento como individuos, podemos llevar esta mentalidad a todos; podemos influir positivamente en la sociedad, promoviendo acciones que preserven el medio ambiente.
El amor también se expresa en el modo como nos relacionamos con la naturaleza.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Dios nos confió a nosotros este mundo. Creados "a su imagen y semejanza", es Él la aspiración más profunda del ser humano y de la Creación entera. Pero solo cuando se eleva a Dios nuestro corazón se eleva con nosotros el mundo. (P.M.)