Ser misericordioso es también ser comprensivo. Cuanto más aprendo a perdonar, más aprendo a ser comprensivo con las personas.
Aprendo también a comprender mis límites y mi vulnerabilidad.
No soy mejor que nadie, por eso no puedo juzgar ni condenar a los demás por sus debilidades.
Con misericordia y comprensión, puedo ayudar a los demás a encontrar el camino correcto. Tratando a todos con dignidad, puedo ayudarlos a comprender sus errores y saber cómo corregirlos.
Quien recibe misericordia, sabe ser comprensivo consigo mismo y con los demás.
Saber pedir perdón y perdonar: esta es la comprensión sublime del amor al prójimo, que nos hace dignos de alcanzar misericordia.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
¡Cómo debe entristecer el Corazón de Dios tanta violencia en nuestras sociedades! Él, Suma Bondad, a la vez justo y misericordioso, tiene una paciencia infinita. ¡Ojalá nuestra misericordia sea reflejo de esa Bondad de Dios! (P.M.)