Desde el punto de vista humano, somos llevados a actuar según la ley del “ojo por ojo y diente por diente.”
Por qué será que Jesús enseñó lo contrario de todo eso? Hasta dónde debe llegar mi amor? Amar solo a los que me aman? Mi familia y mis amigos? Aún así, hasta qué punto?
Él, Jesús amó hasta el final y amó a todos. Dio su vida. Y dijo que esa era la medida máxima; es decir, un amor sin medidas.
No debemos poner límites al amor, ni siquiera con un afecto extremo. Por más intenso y profundo que sea el sentimiento, no se compara con el amor de quien da hasta la vida por un desconocido.
Los afectos y sentimientos solo son barnices que se desgastan con el tiempo. El verdadero amor es abundante y concreto, y se renueva cada día en Dios.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento