Para dar testimonio de Dios no necesitamos palabras, basta ser el fermento de la masa, la sal de la tierra y la luz del mundo. Jesús dijo estos conceptos muchas veces: lo que cuenta es el “ser”, antes que “hablar”.
El que da testimonio con la práctica de la caridad, cuando habla, solo cuenta el trabajo de Dios en su vida. Revela su secreto que es la presencia de Dios en todo lo que hace. De ahí la elocuencia de su discurso, sin muchas palabras, pero con autenticidad.
Las palabras no son suficientes para hablar de Dios, pero en quienes lo testimonian con su vida, muestra su gracia y su presencia.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
¿Nos avergonzaría dar la cara por nuestros padres o por un amigo entrañable? Si quienes recibimos de Dios el don de la fe somos remisos en manifestarlo ¿qué clase de creyentes somos? ¿No tendrá que avergonzarse Dios de nosotros? (P.M.)