Jesús no condena la posesión de bienes, pide que los bienes se compartan con los necesitados.
El compartir que le agrada a Dios es aquel que es fruto del amor al hermano. Más aún cuando es el resultado del amor recíproco en una comunidad. De hecho, cuando hay amor mutuo, es espontáneo que quien tiene comparta con quien no tiene.
Los primeros cristianos eran reconocidos por esta característica: que se amaban y que no había necesitados entre ellos. (Cf. He. 4,34-35)
Hoy, podemos estar atentos a las necesidades de los que están a nuestro lado. Podemos compartir no solo lo que nos queda, sino hacer de modo que nuestros bienes sirvan para suplir las necesidades de quienes pasan a nuestro lado.
Al hacer así, estaremos atentos a reconocer la presencia de Jesús en cada persona que encontremos.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento