Hay mucha gente que sufren de soledad. Se sienten afligidas delante de decisiones, delante de sus problemas y no tienen con quien compartir sus sentimientos.
Incluso pueden estar rodeadas de otras personas, aún así sufren la soledad.
Busquemos a los que están afligidos delante de sus miedos, delante de los vicios, o delante de graves enfermedades que los aniquilan emocionalmente.
Seamos sustento, presencia viva, mano extendida que los apoya. Seamos los brazos de Dios que los acoge y da consuelo. Vivamos la fraternidad activa, eficaz y afectiva. Seamos hermanos, hermanas, padres y madres, y a veces hijos e hijas.
Miremos a nuestro alrededor y veamos quien necesita de consuelo. Esos deben ser nuestros favoritos en este día.
Seremos un regalo para ellos, una caricia de Dios. Ellos también serán para nosotros un don, una presencia de Dios, el rostro de Jesús que sufre sobre la cruz.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
¡Qué mala es la tristeza y cuánta la sed de compañía que nos libere de ella! Saciará la consolación nuestra sólo si buscamos el agua en el Corazón de Dios, que late así: "Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo". (P.M.)