Todos sufrimos influencias del mal y del bien, pero la capacidad para practicar uno u otro depende del tipo de sentimiento que tengamos en nuestro corazón.
Si alimentamos el odio, seremos sembradores de violencia y destrucción.
Si cultivamos el amor, surgirán en nosotros las capacidades para el bien: mansedumbre, amabilidad, bondad, lealtad, paciencia, dominio propio, paz y alegría. Estos son los frutos el Espíritu Santo en nuestras vidas. (Cf. Gl 5,22)
Tendremos la capacidad de perdonar setenta veces siete, de recomenzar y amar en cada momento presente, de amar a todos, de amar en primer lugar, de amarnos como Jesús nos amó, de amar hasta el fin, sin cansarnos de practicar el bien.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Que no se nos "desgaste" la fe por la contradicción y el aparente fracaso. Estamos sembrando, no cosechando. Sin ansiedad, felices, sabiendo esperar, sin "querer dominar el ritmo de la vida". Las semillas de hoy serán espigas mañana. (P.M.)