Aumentemos nuestra capacidad de dedicación a los demás, al menos, para llegar en la misma medida que usamos para nosotros. De este modo seremos justos con todos.
Acoger al otro con el corazón abierto, aceptándolo tal como es, incondicionalmente. Así, estaremos haciendo a los demás lo que nos gustaría que hicieran por nosotros.
Amar a cada persona como hizo Jesús: estar dispuestos a dar la vida por cada uno de ellos. Él dijo que no hay mayor amor que este. (Cf. Jn 15,13)
Con estos tres propósitos, podemos vivir hoy con la seguridad de que aumentaremos nuestra capacidad de dedicarnos a los demás y de acogerlos.
Amar al otro como a nosotros mismos.
Hacer al otro lo que nos gustaría que él haga por nosotros.
Amar en la misma medida de Jesús: estar dispuestos a dar la vida.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
No se pierde tiempo, no, se gana, cuando le ponemos corazón a nuestras relaciones cotidianas. ¿De qué valen las prisas y la actividad sin un amor cuidadoso que hace nueva la vida cada día? ¿No alegramos así el corazón del Padre? (P.M.)