Jesús murió y fue sepultado, pero resucitó.
Con su resurrección nos enseña que Dios nos ayuda siempre.
Cuando morimos a nosotros mismos; es decir, cuando eliminamos el mal que existe en nosotros para dejar vivir el amor, resurgimos como personas nuevas.
Seguiremos siendo débiles y vulnerables, pero la gracia de Dios en nosotros nos levanta de toda caída.
La grandeza de Dios se manifiesta en nuestra pequeñez, su gloria en nuestra debilidad, porque nada podemos por nosotros mismos, pero en Dios todo es posible.
El amor mutuo es la fuerza que Jesús nos dejó para estar siempre de pie. Cuando dejamos de vivirlo, caemos en las trampas del egoísmo.
Que la muerte y resurrección de Cristo sea siempre causa de resurgir para cada uno de nosotros.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Sábado Santo. Dios muere para vencer la muerte y devolvernos la Vida. Y nos da una Madre, su Madre. Así -hijos siempre "pequeños", pero jamás huérfanos-, "aprendemos a andar", que será, muchas veces también, aprender a levantarse. (P.M.)