Los poderosos de este mundo tienen sus intereses. La ayuda que ofrecen tiene siempre una ganancia secundaria. Esta es la regla en el mundo del poder.
El Señor nos ofrece su amor y su ayuda gratuitamente.
La meritocracia del señor está fundamentada en su infinita misericordia. Él no exige pagos, desea reciprocidad espontánea.
Podemos ayudarnos mutuamente, pero nunca depositar completamente nuestra esperanza en otro ser humano. Solo Dios merece nuestra total confianza.
Podemos confiar en el amor mutuo que hay entre nosotros, porque cuando lo hay, Dios está presente en medio y su luz nos guía.
Busquemos nuestro refugio en el Señor, porque con Él nada puede causarnos miedo.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
"Trabaja" bien Él con los humildes. Por eso, nos llamará con frecuencia a colaborar no solo con obras y palabras, sino, sobre todo, desde el silencio y el testimonio de la propia vida, tal vez desde nuestros propios dolores ofrecidos. (P.M.)