Veamos el ejemplo de Jesús: la noche anterior a su pasión y muerte, sintiendo que su hora había llegado, sufrió mucho en Getsemaní. Oró al padre y pidió que, si era posible, apartase de Él aquel cáliz. Sin embargo, al final con mucha decisión añadió: “Que se haga tu voluntad y no la mía.” (Cf. Mc. 14,32-36)
Cuando rezamos la oración del Padre Nuestro, decimos: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”
Esto significa que reconocemos que hay una voluntad de Dios para nuestra vida y que nosotros queremos cumplirla.
A veces, para cumplir la voluntad de Dios, tenemos que pasar por renuncias o incluso sufrimientos.
Su voluntad se cumple cuando decidimos acoger bien las cruces que conlleva esta entrega total en manos de Dios.
Así como Jesús quería que Pedro, Juan y Santiago estuviesen junto a Él en Getsemaní, la ayuda mutua entre nosotros es fundamental para recibir bien nuestra cruz.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
A transformarla, a hacerla fecunda. Un Viernes Santo Dios introdujo en nuestras almas ese poder vital. Para presentarnos a este mundo como personas siempre resueltas, amorosas, que no pierden el tiempo en análisis y consideraciones. (P.M.)