Muchas cosas pueden condicionar nuestras acciones y nuestras elecciones: la emoción del momento, la euforia, los resentimientos, el cariño por las personas, el entusiasmo por una causa y nuestros intereses. Sin embargo, todas estas motivaciones son sujetas a error y pueden llevarnos a ser injustos.
La mejor motivación para nuestra acción debe ser la caridad. Ella es amor en estado puro, libre de apegos, de intereses y de segundas intenciones.
La caridad nos hace amar como Dios nos ama. Lo que significa que podemos amar sin condicionamientos, incluso cuando sabemos que el otro no corresponde a nuestro amor.
La caridad es la madre de todas virtudes, cuando la vivimos establecemos entre nosotros el modo de vida del Paraíso. De esta manera, podemos repetir con convicción “Así en la tierra como en el Cielo”.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Nada más liberador, para eso, que unirnos a Él, la Fuente del Amor, y repetirle: "Tu eres, Señor, mi único Bien". Y el Bien nuestro será "alegrarnos con quien está alegre, llorar con quien llora...", vivir siempre más allá de nosotros mismos. (P.M.)