Para que haya paz se necesitan dos actitudes que deben partir de mí mismo.
La primera es que todo cambio para mejor empieza conmigo. Si yo no cambio, nada cambia.
Cuando me convierto en una mejor persona, más tolerante, más comprensiva, más abierta al diálogo, me convierto en constructor de paz.
La segunda actitud es la confianza en los demás. Las otras personas también son igualmente capaces de cambiar y mejorar.
Cuando confío, le doy al otro la oportunidad de crecer en todos los aspectos; cuando confío, comparto responsabilidades; cuando confío, ayudo a la otra persona a ser protagonista de un mundo mejor y más justo. Y juntos, damos testimonio de la confianza mutua.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Sobrecoge pensar que Dios haya tenido confianza en mí y por eso me haya creado. ¿Y quién soy yo, para no confiar en mi prójimo? Las decepciones, luego, forman parte de la vida, pero eso no frenará el amor puro, que es siempre creador. (P.M.)