Estamos llenos de defectos debilidades y pecados, pero cuando nos arrepentimos sinceramente y pedimos perdón, Dios nos ve con los ojos de la inocencia, de tan inmenso que es su amor misericordioso por cada uno de nosotros.
Con este gran gesto, quiere enseñarnos que debemos actuar de la misma forma entre nosotros.
Debemos mirarnos sin juzgarnos, sin condenarnos, con una mirada misericordiosa de unos con los otros, que descubra el potencial de bien que está latente en todos nosotros.
Debemos vernos nuevos en cada momento, viéndonos con los ojos de Dios.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Nada nos hará tan parecidos a Dios como esta virtud, que no es propia de débiles sino de fuertes. Ser misericordioso es saber vivir en este mundo venciendo la violencia con la mansedumbre, el mal con la bondad, la ira con la paciencia. (P.M.)