Dejemos la cordialidad para quienes tienen solo relaciones formales, diplomáticas y burocráticas. Nosotros debemos tener un relacionamiento fraterno, con un amor sincero que acoja al otro.
En la familia, la acogida recíproca debe ser constantemente alimentada por gestos de amor que dan calor al ambiente. No demos por sentado que el amor entre familiares ya existe. Tenemos que reinventarlo en cada momento presente.
Imaginemos un mundo donde todos se saludan con amor sincero en sus corazones. Pues bien, esto es posible si cada uno de nosotros toma la iniciativa y da el primer paso.
Desde el primer saludo de buenos días, el otro debe sentir que estamos enteramente a su disposición con un amor sincero que lo acoge.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Cuando, por vernos tan distintos, resulta trabajosa la comprensión mutua, en vez de reprochamos límites y defectos, hará bien recordar "lo distinto" que es Dios de nosotros y cuánto su Amor se empeña en llamarnos amigos y hermanos. (P.M.)