Un día todos necesitamos o necesitaremos del perdón de alguien.
Somos iguales y no debemos sentirnos superiores a punto de no querer perdonar o pedir perdón.
Nuestra vulnerabilidad nos precede en nuestras acciones. Y si no ponemos nuestra debilidad en las manos de Dios, podría dominarnos.
Por lo tanto, tenemos el deber de perdonarnos recíprocamente.
Dios nos ve siempre nuevos. Es el Dios del perdón gratuito. No mira cuántas veces hemos caído, pero ve nuestro esfuerzo por permanecer de pie y nos ayuda con su gracia.
El perdón sana heridas. Puede dejar cicatrices, pero estas no duelen. Las cicatrices no deben ser el recuerdo del dolor, sino del perdón que dimos y recibimos.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
apoloniocnn@gmail.com
¡Qué gran cura de Evangelio necesita nuestro mundo de batallitas, de ofensores y ofendidos! Como los padres cuando contemplan con pena las peleas de los hijos, Dios espera vernos defender la Verdad con respeto y con misericordia. (P.M.)