Cuando el sol se pone no pierde su luz, continúa iluminando la tierra desde otra posición. Pero, al esconderse pone en evidencia a la luna y las estrellas, les da lugar a ellas.
Al compartir la luz que recibimos, no la perdemos, al contrario hacemos que los demás descubran su propia luz y se sientan iluminados directamente por Dios.
Al servir con humildad a cada prójimo puede parecer que nos rebajamos ante los demás, pero en realidad, somos elevados al primado del amor.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Si la luz de la fe nos hace ver con vergüenza cómo "se pasea" la soberbia entre nosotros, infectando palabras, actitudes, incluso buenas obras, que el Dios de la Navidad nos haga ser, como Él, humildes siervos de nuestros hermanos. (P.M.)