En ningún momento puedo sentirme indigno de recibir el perdón de Dios, o incluso de una persona.
Debemos partir del principio que todos somos vulnerables y nadie puede considerarse mejor que los otros. Dios ama a todos y perdona a todos. Así debemos tratarnos entre nosotros: perdonar y ser perdonados en la dignidad de hijos de Dios.
“La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros.” (Jn. 1,14)
No existe misericordia más grande que esa. El mismo Jesús se hizo humano para elevarnos a su condición divina.
Esto basta para que confiemos en la misericordia de Dios.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento