La conciencia de que somos miembros de una sola familia humana nos da la sensibilidad de ver a cada persona como un hermano o una hermana.
La conciencia de que somos hijos de un solo Padre nos lleva a compartir nuestra vida con todos, pues el bienestar del otro me interesa y viceversa.
Compartir sus alegrías y sus dolores, vivir con él su vida, teniendo el corazón abierto para que el otro también pueda vivir nuestra vida.
Este modo de compartir es una verdadera comunión. Mirándonos así unidos, Dios viene a vivir entre nosotros y la comunión con Él es plena.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento
Es como la circulación sanguínea de nuestro espíritu: si le dejamos a Dios decirnos lo que piensa, que nos trasmita su vida y su luz, ese sosiego interior será nuestra salud que repartiremos y contagiaremos. Y "nuestra alegría será completa". (P.M.)