Es decir, verdaderos, no mentirosos; que nuestra vida "hable" la verdad que creemos y decimos. Y, como se prometen en la boda mutuamente los esposos, "en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, todos los días". (P.M.)
“Cuando ustedes digan «sí», que sea sí, y cuando digan «no», que sea no! (Mt. 5,37)
Nuestra coherencia no debe guiarse por lo que los demás piensen de nosotros, sino por los principios y valores en los que creemos.
Si creo en el amor, debo ser coherente con sus principios, con su ley y su arte de vivir.
Mi coherencia con las virtudes debe ser el reflejo de Dios en mi vida, de lo contrario, corre el riesgo de ser hipocresía.
Que mi "sí" sea realmente un sí a la vida y al amor, y que mi "no" sea un verdadero no a todo lo que me separa de Dios y de los hermanos.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento