Frente a la operación diabólica de aislar y separar, Dios nos pide: "Reuníos, venid, acercaos juntos"; está en vuestro ADN alentaros, ayudaros... ¡Cuánta soledad, incluso en el seno de la familia, puede estar esperando amor y compañía! (P.M.)
Podemos tener una paternidad y una maternidad espiritual con las personas que se cruzan en nuestro camino.
Cuando anunciamos la Palabra a alguien, ante todo con el testimonio, generamos Jesús en su corazón y tenemos la responsabilidad de acompañarlo, de hacerlo crecer.
El vínculo creado con esa persona puede durar para siempre, porque el bien que haga a lo largo de su vida, estará unido al hecho del anuncio que le hicimos.
El apóstol Pablo usó mucho la expresión “generar hijos” espiritualmente. Pero, no es suficiente generarlos, debemos acompañarlos, cuidarlos, hacerlos crecer y alcanzar la madurez espiritual; es decir, la madurez en el amor, en la vida de la Palabra.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento