Mirar, para ello, al Cielo y pedirlo. Con un arranque de valentía, decir "sí" ante la duda y la dificultad. Luego Dios hace el resto. Y caminamos de otra manera. ¡Pero que no se "endurezca" el corazón, por Dios! Que es ahí donde está la fe. (P.M.)
“Felices los que no han visto, pero creen!” (Jn. 20,29)
Jesús le dijo esta frase a Tomás, que no había creído inmediatamente en su resurrección.
Se refiere a nosotros, que no lo vimos resucitado con nuestros propios ojos, pero creemos que Él está vivo.
Si tenemos esa fe no necesitamos de ninguna otra señal. Esta fue la señal más grande jamás vista.
A partir de esto, podemos crecer cada vez más en la fe cuando vivimos seriamente el amor recíproco, porque cuando nos amamos unos a otros el Resucitado permanece entre nosotros.
Con Jesús presente en medio nuestro, podemos repetir la profesión de fe de Tomás, que fue más grande que su incredulidad: “Tú eres mi Señor y mi Dios.” (Jn. 20,28)
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento