¿A todos? Imposible para el corazón humano, posible para el Corazón de Dios. Pero, si se lo permitimos, Él infunde en nosotros ese amor suyo, que nos habilita para odiar y combatir el mal sin dejar de amar y desear el bien. A todos, sí. (P.M.)
Amar a todos, pero no con un amor impersonal, dirigido únicamente a un colectivo sin nombres. Amar a todos, pero uno a la vez. Cada persona que pasa a lado nuestro en el momento presente debe recibir nuestro amor de forma personal y distinta, debe sentirse amada con exclusividad.
Nuestro amor debe ser intenso y exclusivo para esa persona en ese momento. Después, hacer lo mismo con otra y otra más, y así con todos y con cada uno.
El efecto de esta actitud es simplemente impensable. Desencadena una corriente de amor, una cascada de bien que va más allá de todas las barreras.
Abrazos,
Apolonio Carvalho Nascimento