Cádiz, 13 de mayo de 2022
Hoy es un deber de hijos dedicarle tiempo, afecto y poesía a la Madre. Con la sintonía del canto de Fátima, aquí va el soneto dedicado a Ella. Con una necesaria presentación.
Frecuentador de las Murallas de San Carlos (¿quién no las conoce en Cádiz?), atraen la mirada hoy esos mantos hermosísimos de florecilla morada con que se cubren en mayo las jaracandas. Una de ellas, privilegiada, en la contigua plaza de Filipinas, se encarga de acercar sus ramas y sus pétalos a una imagen de María Inmaculada, Reina y Señora del Rosario, erguida sobre una altísima columna, obra genovesa del siglo XVII, encargada por fray Pablo de Cádiz. Fue este fraile uno de aquellos capuchinos que abundaban y abundan, predicador y misionero, con fuego en el corazón y un amor a la Virgen que arrastraba y convertía. Organizó en Cádiz lo que llamaron “Rosarios públicos”. Quería, humilde, dejar claro que “el fuego” venía de un gran predicador dominico de Sevilla, Padre Ulloa, que llama “águila caudal”, mientras él, fray Diego, se consideraba solo “una humilde cigarra capuchina” (¡así son estos hijos de San Francisco!). Este Triunfo de María inmortaliza aquella explosión de fe y amor al Rosario. Levantado en origen frente al antiguo Convento de Capuchinos, estuvo muchos años desmontado en el interior del convento. Hoy está aquí.
Bello es el
“Triunfo de la Inmaculada”,
“Rosario
púbico”, Amor creyente,
Columna de este
hogar que son su gente:
Cádiz de siglos
bajo su mirada.
Jaracanda
hermana de flor morada,
bésala tú, que llegas
a su frente;
tus pétalos le recen
tiernamente
por esta
humanidad desconcertada.
Misterio de dolor es esta vida
salpicada de
guerras entre hermanos,
Familia, ¡oh
Madre!, de tu fe nacida.
De luz
y gloria y gozo enaltecida,
junta nuestra
oración entre tus manos
y haz de tus pueblos una Tierra unida.